Quizás no me mereciera vivir
la vida que tengo, quizás no mereciera tener la compañía y el respaldo de mis
amigos, quizás no me mereciera tener el novio que tengo, o a lo mejor, ni
siquiera mereciera tener cada cosa que poseo. Quizás no soy la mejor persona
del mundo, pero agradezco cada una de aquellas cosas que me hacen feliz. Así
que hoy sería el último día que me levantaba y no tendría un rostro inexpresivo
o triste; en vez de eso, me obligaría a implantar una sonrisa en mi cara,
aunque no estuviera feliz, ni contenta, porque a lo largo de mi corta vida sin
experiencias, mucha gente me había dicho que la vida se afronta mejor aunque
sea con una leve sonrisa.
Decidí madrugar y levantarme
temprano, para llegar lo más pronto posible al instituto. Antes de salir de
casa, le envié un mensaje a Diana avisándole de que hoy no pasara a recogerme.
El leve viento congelador jugueteaba conmigo intentando levantarme la falda del
uniforme. Aunque fueran las siete de la mañana, todavía parecía que fuera de
noche. Un parque solitario que tomaba como atajo para acortar camino hasta mi instituto,
podría ser perfectamente el escenario idóneo de una película de terror. Sentía
una presencia observándome a lo lejos, lo que hacía que me sintiera incomoda y
que el miedo, empezara a invadir mi cuerpo. Mis piernas me pedían a gritos que
echara a correr y mi cerebro me pedía pausa y tranquilidad, que continuara mi
rumbo sin agitaciones. Debatiendo en mi mente, mi dilema entre mi cerebro y mis
piernas, sentí como algo se posaba en mi hombro, haciendo que me sobresaltara.
- ¡AAAH! –Reboté dando un
pequeño salto, debido al susto, con tal mala suerte, que pisé un trozo de
asfalto congelado, resbalé y caí sobre el duro y frío suelo.
- Tranquila… No pretendía
asustarte, enserio. –Se disculpó aquella voz aterciopelada que ya reconocía.
- Joder James, ¿Cómo
pretendes que no me asuste? –Le pregunté mientras me apartaba los pelos de la
cara e intentaba ponerme en pie.
- Espera, que te ayudo. ¿Estás
bien? ¿Te has hecho daño? –Me preguntó mientras cogía de mis muñecas y tiraba
de mí hacia él, ayudándome a ponerme en pie.
- ¡Auch! Sí, creo que estoy
bien, lo único que me duele es la mano derecha… –Dije retirando el contacto con
él.
- Creo que te has caído
sobre ella, por eso te duele. Deberíamos ir al médico para que te vieran esa
mano… –Me dijo mientras me cogía las dos manos y las comparaba la una con la
otra.
- No, tranquilo. No es nada,
ya se me pasa. –Dije mientras echaba a andar otra vez.
- Se te pasará, pero, ¿qué
tal si te has torcido la muñeca? La tienes muy hinchada y si no vas al hospital
a que te curen, lo más seguro es que se te quede igual o más de torcida que…
ese dedo. –Dijo disminuyendo cada vez más el tono de voz.
- No, no te preocupes. Si el
dedo se curó solo, la muñeca también. –Dije desganada, intentando pasar del
tema.
- Bueno, como quiera la
señorita… –Sentenció. Aceleró el paso para alcanzarme.
- Siempre estás donde menos me lo espero. Apareces así, de la nada…
–Le dije poniendo cara de incomprensión.- ¿Acaso me persigues? –Pregunté
llegando a la última opción razonable en mi cabeza.
- La verdad es que no me
despierto pensando en donde vas a estar para ir y asustarte. No es uno de mis
mejores planes. –Concluyó con tono gracioso.
- Si fuera realmente así,
tendría que tener miedo, ¿no? –Pregunté entre risas, intentando tener gracia.
- Yo mismo lo tendría de mi…
–Suspiro mientras elevaba los hombros y finalmente echaba a reír.
- James, ¿tú tienes el mismo
horario que yo, o vas por el campo científico? –Le pregunté cambiando de tema
mientras que esperábamos a Robustiano, el conserje del instituto.
- Un artista como yo, no se
puede desperdiciar en la rama científica. Estoy en artes, y lo siento mucho,
pero me vas a tener que soportar los dos trimestres que quedan de curso. –Me
sacó la lengua mientras empujaba el portón para poder pasar dentro del recinto
escolar.
- Gracias Robus. –Le dije al
conserje saludándole con la mano.
- ¡Nada chica! ¿Cómo es que
habéis venido tan temprano? –Preguntó mientras cerraba con llave aquella puerta
tan grande y pesada.
- Pues la verdad, no lo sé.
Supongo que para volver a coger antiguas costumbres… Que pase buen día Robus.
–Me despedí, mientras que me encaminaba sola al pabellón de música. Vi como James
se alejaba, dirigiéndose al gimnasio.
Al entrar me sorprendió lo
revuelta que estaba la sala. No había ni un instrumento en su lugar
correspondiente. Entre tanto desorden, divisé mi pequeño piano encima de una
mesa. Intentado no llevarme nada de por medio, me encaminé hacia él para
cogerlo. ¿Cuánto tiempo llevaría sin tocarlo? Sin exagerar, perfectamente unos
siete meses, más o menos desde que empecé a salir con Niall, hasta dudaba de
que el supiera de mis habilidades con el piano...
Con delicadeza lo llevé
hasta el escenario de la sala de orquesta donde se hacían las representaciones
musicales. Lo puse sobre un pequeño atril y me senté en un taburete. Posé mis
dedos sobre las teclas y llenando mis pulmones de aire, las pulsé. Con los ojos
cerrados y con el cuerpo inspirado, empecé a tocar una nueva melodía. Sentía
como la música fluía por mis dedos. Aquella delicada melodía pasó a un ritmo
muy lento hasta llegar a mi propia versión de Irresistible. Mi cuerpo me pedía
cantar, pero sentía que si lo hacía, se me agarrotaría la voz. Esta canción me
traía tantos recuerdos, emociones, sentimientos… Un hilo de voz temblorosa salió
de mi garganta. “Don’t treat
make me stay or ask if I’m ok, I don’t have de answer… Don’t make me stay de
night, or ask if I’m alright, I don’t have de answer…” Ahora mismo, me sentía
muy identificada con la canción. Mientras mis dedos continuaban el ritmo, y mi
voz ya más relajada acompañaba la melodía, sentía una pequeña presión en el
pecho, como una agonía queriendo ser ahogada en lo más profundo de mi corazón. La
última tecla fue pulsada, sentenciando el final de la canción. Abrí los ojos
lentamente, respirando profundo. El sonido de un aplauso pausado pero continuo
que provenía de detrás de mí, hizo que me sobresaltara y me girara rápidamente,
para ver de quien se trataba. Un foco apuntándome directamente en la cara me impedía
que pudiera reconocer a la persona, tan solo podía definir su contorno.
- Aww, ha sido completamente
precioso, creo que hasta me he emocionado. –Me alabó una voz femenina, con un
acento muy raro. Su figura se iba acercando con timidez. Cada paso hacia a mi
hacia que pudiera visualizarla mejor.- ¿Katia? ¿Eres tú? –Me preguntó aquella
chica que se me hacía reconocida, al llegar a mi altura. Mi única reacción fue
fruncir el ceño.
- Emm… Sí, soy yo… –Le respondí
encogiendo los hombros. De inmediato mis facciones cambiaron a sorprendidas al
observarla de la cabeza a los pies. Estaba paralizada intentando dar crédito a
la situación. ¿Casualidad, coincidencia, destino… Karma? No, no, no. No podía
ser, y si lo era, era demasiado… ¿Raro?
- No puede ser cierto… –Dije
en un pequeño suspiro. Creo que si hubieran grabado mi cara, tendrían motivos
para reírse de mí durante el resto de mi vida.- ¿Zaynab? –Pregunté poniéndome
en pie, acercándome más a ella, entrecerrando mis ojos, observándola mejor,
para verificar mis dudas.
- ¡Sí! –Saltó encima de mí
estrujándome entre sus brazos.
- Es imposible… ¡¿Qué haces
aquí?! –Exclamé de la emoción correspondiendo a su abrazo.
- ¡Estudio aquí! –Me respondió
separándose de mí y poniendo una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¿Cómo que estudias aquí?!
¿Qué haces en pijama? –Le pregunté extrañada.
- Si, ayer entraron todos
los becados, solo que muchos vuelos de España y Francia salieron con retraso,
debido al temporal, por eso, yo y algunos alumnos más, empezamos hoy las
clases. Pensé que hasta unos diez minutos antes de empezar las clases esto
estaría vacío. Al escucharte, salí corriendo de mi habitación y por eso estoy
en pijama, jaja. –Me explico mientras se rascaba la cabeza y se reía de ella
misma.
- ¿Sabes qué? ¡Todavía sigo
esperando a que me hables por WhatsApp! –Le reprendí con el dedo, seguido de
una carcajada.
- No me vas a creer… Cuando
llegué a casa, quise hablarte, pero se me borraron los dos últimos números de
tu móvil. –Dijo poniendo cara triste.
- Pff… Debí apuntártelo en un papel. –Le dije disculpándome.
- ¿Te parece si vamos a mi
habitación y me lo vuelves a dar? –Me preguntó sonriente.
- Me parece más que
perfecto. Y de paso me cuentas que tal te fue aquel día y como es que estas
aquí. –Le dije mientras ponía el taburete en su lugar.
- Vamos entonces. –Me ofreció
su mano y yo la acepté para que me guiara hasta su habitación.
[…]
Subí acompañada de Zaynab
hasta el tercer piso, donde hoy también daríamos Física a primera hora. Después
de haber estado tumbada durante un cuarto de hora en la cama de mi nueva
compañera de clase, no me apetecía para nada iniciar la jornada de estudio. Al
menos ahora me llevaba mucho mejor con James y no tendría que sufrir tanto en las
clases donde nos tocaba sentarnos juntos. Al terminar de subir las escaleras,
divisé a Kelly y a Diana sentadas dentro del baño. Eché a correr, no sin antes
enganchar mi mano con la de Zaynab y tirar de ella hasta llegar donde las
chicas.
- ¡Golfas! ¿A que no sabéis
a quien me he encontrado? –Les pregunté con tono juguetón poniendo cara de
intrigante, escondiendo detrás de mí a Zaynab.
- ¡Señorita Katia! –Giré
sobre mis talones al escuchar tras de mi la irritante voz de mi profesora de
Español.- Hágame el favor de moderar su vocabulario, que no estamos en un
establo.
- Lo siento señorita
Cleawater, no volver a ocurrir. –Dije agachando la cabeza en señal de disculpa.
- Eso espero… Preséntese en
mi despacho, tengo una cosa que comentarle. –Sentenció arisca mientras me daba
la espalda.
- Ahora mismo voy señorita
Cleawater. –Entoné en tono burlón poniendo muecas, para después resoplar.
- Katia se ha metido en
problemas, Katia se ha metido en problemas… –Canturrearon al unísono Diana y
Kelly mientras se ponían en pie.
- Bueno Zay, te dejo con
este par. Ahora vuelvo… Eso espero. Y vosotras, no la hagáis sufrir. –Dije
mientras me encaminaba al despacho y dejaba a mi espalda gritos de sorpresa,
saludos y bienvenidas. Caminé a paso ligero y antes de abrir aquella puerta de
madera antigua, cogí aire.
- Buenos días, dijo que me
quería decir una cosa. –Dije mientras cerraba la puerta y me ponía en una
posición firme ante ella. Pude ver una cabellera rubia sobresaliendo del
respaldar de la silla que se encontraba en frente de su mesa.
- Buenos días. Por favor,
tome asiento al lado de la señorita Moreno. –Me señaló el sitio contiguo al de
la rubia. Sin ganas, la obedecí.
- Tú dirás. –La tuteé seca
mientras me acomodaba los pliegues de la falda.
- Ella es la señorita Marta
Moreno. Ha venido desde España, ya que le concedimos una de las becas por sus
altas calificaciones. –Me contó mientras sonreía falsamente y señalaba a la
chica que tenía al lado.
- Hola, yo soy Katia Mal…
–Giré el tronco estrechándole la mano en forma de saludo, pero se me hizo
imposible terminar de gesticular palabra alguna, al ver aquel rostro angelical,
ya conocido para mí. “Que pequeño es el mundo”, pensé.
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