jueves, 29 de agosto de 2013

Capítulo 23, “¿Coincidencia o destino?”

Quizás no me mereciera vivir la vida que tengo, quizás no mereciera tener la compañía y el respaldo de mis amigos, quizás no me mereciera tener el novio que tengo, o a lo mejor, ni siquiera mereciera tener cada cosa que poseo. Quizás no soy la mejor persona del mundo, pero agradezco cada una de aquellas cosas que me hacen feliz. Así que hoy sería el último día que me levantaba y no tendría un rostro inexpresivo o triste; en vez de eso, me obligaría a implantar una sonrisa en mi cara, aunque no estuviera feliz, ni contenta, porque a lo largo de mi corta vida sin experiencias, mucha gente me había dicho que la vida se afronta mejor aunque sea con una leve sonrisa.
Decidí madrugar y levantarme temprano, para llegar lo más pronto posible al instituto. Antes de salir de casa, le envié un mensaje a Diana avisándole de que hoy no pasara a recogerme. El leve viento congelador jugueteaba conmigo intentando levantarme la falda del uniforme. Aunque fueran las siete de la mañana, todavía parecía que fuera de noche. Un parque solitario que tomaba como atajo para acortar camino hasta mi instituto, podría ser perfectamente el escenario idóneo de una película de terror. Sentía una presencia observándome a lo lejos, lo que hacía que me sintiera incomoda y que el miedo, empezara a invadir mi cuerpo. Mis piernas me pedían a gritos que echara a correr y mi cerebro me pedía pausa y tranquilidad, que continuara mi rumbo sin agitaciones. Debatiendo en mi mente, mi dilema entre mi cerebro y mis piernas, sentí como algo se posaba en mi hombro, haciendo que me sobresaltara.

- ¡AAAH! –Reboté dando un pequeño salto, debido al susto, con tal mala suerte, que pisé un trozo de asfalto congelado, resbalé y caí sobre el duro y frío suelo.
- Tranquila… No pretendía asustarte, enserio. –Se disculpó aquella voz aterciopelada que ya reconocía.
- Joder James, ¿Cómo pretendes que no me asuste? –Le pregunté mientras me apartaba los pelos de la cara e intentaba ponerme en pie.
- Espera, que te ayudo. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? –Me preguntó mientras cogía de mis muñecas y tiraba de mí hacia él, ayudándome a ponerme en pie.
- ¡Auch! Sí, creo que estoy bien, lo único que me duele es la mano derecha… –Dije retirando el contacto con él.
- Creo que te has caído sobre ella, por eso te duele. Deberíamos ir al médico para que te vieran esa mano… –Me dijo mientras me cogía las dos manos y las comparaba la una con la otra.
- No, tranquilo. No es nada, ya se me pasa. –Dije mientras echaba a andar otra vez.
- Se te pasará, pero, ¿qué tal si te has torcido la muñeca? La tienes muy hinchada y si no vas al hospital a que te curen, lo más seguro es que se te quede igual o más de torcida que… ese dedo. –Dijo disminuyendo cada vez más el tono de voz.
- No, no te preocupes. Si el dedo se curó solo, la muñeca también. –Dije desganada, intentando pasar del tema.
- Bueno, como quiera la señorita… –Sentenció. Aceleró el paso para alcanzarme.
- Siempre estás donde  menos me lo espero. Apareces así, de la nada… –Le dije poniendo cara de incomprensión.- ¿Acaso me persigues? –Pregunté llegando a la última opción razonable en mi cabeza.
- La verdad es que no me despierto pensando en donde vas a estar para ir y asustarte. No es uno de mis mejores planes. –Concluyó con tono gracioso.
- Si fuera realmente así, tendría que tener miedo, ¿no? –Pregunté entre risas, intentando tener gracia.
- Yo mismo lo tendría de mi… –Suspiro mientras elevaba los hombros y finalmente echaba a reír.
- James, ¿tú tienes el mismo horario que yo, o vas por el campo científico? –Le pregunté cambiando de tema mientras que esperábamos a Robustiano, el conserje del instituto.
- Un artista como yo, no se puede desperdiciar en la rama científica. Estoy en artes, y lo siento mucho, pero me vas a tener que soportar los dos trimestres que quedan de curso. –Me sacó la lengua mientras empujaba el portón para poder pasar dentro del recinto escolar.
- Gracias Robus. –Le dije al conserje saludándole con la mano.
- ¡Nada chica! ¿Cómo es que habéis venido tan temprano? –Preguntó mientras cerraba con llave aquella puerta tan grande y pesada.
- Pues la verdad, no lo sé. Supongo que para volver a coger antiguas costumbres… Que pase buen día Robus. –Me despedí, mientras que me encaminaba sola al pabellón de música. Vi como James se alejaba, dirigiéndose al gimnasio.

Al entrar me sorprendió lo revuelta que estaba la sala. No había ni un instrumento en su lugar correspondiente. Entre tanto desorden, divisé mi pequeño piano encima de una mesa. Intentado no llevarme nada de por medio, me encaminé hacia él para cogerlo. ¿Cuánto tiempo llevaría sin tocarlo? Sin exagerar, perfectamente unos siete meses, más o menos desde que empecé a salir con Niall, hasta dudaba de que el supiera de mis habilidades con el piano...
Con delicadeza lo llevé hasta el escenario de la sala de orquesta donde se hacían las representaciones musicales. Lo puse sobre un pequeño atril y me senté en un taburete. Posé mis dedos sobre las teclas y llenando mis pulmones de aire, las pulsé. Con los ojos cerrados y con el cuerpo inspirado, empecé a tocar una nueva melodía. Sentía como la música fluía por mis dedos. Aquella delicada melodía pasó a un ritmo muy lento hasta llegar a mi propia versión de Irresistible. Mi cuerpo me pedía cantar, pero sentía que si lo hacía, se me agarrotaría la voz. Esta canción me traía tantos recuerdos, emociones, sentimientos… Un hilo de voz temblorosa salió de mi garganta. “Don’t treat make me stay or ask if I’m ok, I don’t have de answer… Don’t make me stay de night, or ask if I’m alright, I don’t have de answer…” Ahora mismo, me sentía muy identificada con la canción. Mientras mis dedos continuaban el ritmo, y mi voz ya más relajada acompañaba la melodía, sentía una pequeña presión en el pecho, como una agonía queriendo ser ahogada en lo más profundo de mi corazón. La última tecla fue pulsada, sentenciando el final de la canción. Abrí los ojos lentamente, respirando profundo. El sonido de un aplauso pausado pero continuo que provenía de detrás de mí, hizo que me sobresaltara y me girara rápidamente, para ver de quien se trataba. Un foco apuntándome directamente en la cara me impedía que pudiera reconocer a la persona, tan solo podía definir su contorno.

- Aww, ha sido completamente precioso, creo que hasta me he emocionado. –Me alabó una voz femenina, con un acento muy raro. Su figura se iba acercando con timidez. Cada paso hacia a mi hacia que pudiera visualizarla mejor.- ¿Katia? ¿Eres tú? –Me preguntó aquella chica que se me hacía reconocida, al llegar a mi altura. Mi única reacción fue fruncir el ceño.
- Emm… Sí, soy yo… –Le respondí encogiendo los hombros. De inmediato mis facciones cambiaron a sorprendidas al observarla de la cabeza a los pies. Estaba paralizada intentando dar crédito a la situación. ¿Casualidad, coincidencia, destino… Karma? No, no, no. No podía ser, y si lo era, era demasiado… ¿Raro?
- No puede ser cierto… –Dije en un pequeño suspiro. Creo que si  hubieran grabado mi cara, tendrían motivos para reírse de mí durante el resto de mi vida.- ¿Zaynab? –Pregunté poniéndome en pie, acercándome más a ella, entrecerrando mis ojos, observándola mejor, para verificar mis dudas.
- ¡Sí! –Saltó encima de mí estrujándome entre sus brazos.
- Es imposible… ¡¿Qué haces aquí?! –Exclamé de la emoción correspondiendo a su abrazo.
- ¡Estudio aquí! –Me respondió separándose de mí y poniendo una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¿Cómo que estudias aquí?! ¿Qué haces en pijama? –Le pregunté extrañada.
- Si, ayer entraron todos los becados, solo que muchos vuelos de España y Francia salieron con retraso, debido al temporal, por eso, yo y algunos alumnos más, empezamos hoy las clases. Pensé que hasta unos diez minutos antes de empezar las clases esto estaría vacío. Al escucharte, salí corriendo de mi habitación y por eso estoy en pijama, jaja. –Me explico mientras se rascaba la cabeza y se reía de ella misma.
- ¿Sabes qué? ¡Todavía sigo esperando a que me hables por WhatsApp! –Le reprendí con el dedo, seguido de una carcajada.
- No me vas a creer… Cuando llegué a casa, quise hablarte, pero se me borraron los dos últimos números de tu móvil. –Dijo poniendo cara triste.
-  Pff… Debí apuntártelo en un papel. –Le dije disculpándome.
- ¿Te parece si vamos a mi habitación y me lo vuelves a dar? –Me preguntó sonriente.
- Me parece más que perfecto. Y de paso me cuentas que tal te fue aquel día y como es que estas aquí. –Le dije mientras ponía el taburete en su lugar.
- Vamos entonces. –Me ofreció su mano y yo la acepté para que me guiara hasta su habitación.

[…]


Subí acompañada de Zaynab hasta el tercer piso, donde hoy también daríamos Física a primera hora. Después de haber estado tumbada durante un cuarto de hora en la cama de mi nueva compañera de clase, no me apetecía para nada iniciar la jornada de estudio. Al menos ahora me llevaba mucho mejor con James y no tendría que sufrir tanto en las clases donde nos tocaba sentarnos juntos. Al terminar de subir las escaleras, divisé a Kelly y a Diana sentadas dentro del baño. Eché a correr, no sin antes enganchar mi mano con la de Zaynab y tirar de ella hasta llegar donde las chicas.

- ¡Golfas! ¿A que no sabéis a quien me he encontrado? –Les pregunté con tono juguetón poniendo cara de intrigante, escondiendo detrás de mí a Zaynab.
- ¡Señorita Katia! –Giré sobre mis talones al escuchar tras de mi la irritante voz de mi profesora de Español.- Hágame el favor de moderar su vocabulario, que no estamos en un establo.
- Lo siento señorita Cleawater, no volver a ocurrir. –Dije agachando la cabeza en señal de disculpa.
- Eso espero… Preséntese en mi despacho, tengo una cosa que comentarle. –Sentenció arisca mientras me daba la espalda.
- Ahora mismo voy señorita Cleawater. –Entoné en tono burlón poniendo muecas, para después resoplar.
- Katia se ha metido en problemas, Katia se ha metido en problemas… –Canturrearon al unísono Diana y Kelly mientras se ponían en pie.
- Bueno Zay, te dejo con este par. Ahora vuelvo… Eso espero. Y vosotras, no la hagáis sufrir. –Dije mientras me encaminaba al despacho y dejaba a mi espalda gritos de sorpresa, saludos y bienvenidas. Caminé a paso ligero y antes de abrir aquella puerta de madera antigua, cogí aire.
- Buenos días, dijo que me quería decir una cosa. –Dije mientras cerraba la puerta y me ponía en una posición firme ante ella. Pude ver una cabellera rubia sobresaliendo del respaldar de la silla que se encontraba en frente de su mesa.
- Buenos días. Por favor, tome asiento al lado de la señorita Moreno. –Me señaló el sitio contiguo al de la rubia. Sin ganas, la obedecí.
- Tú dirás. –La tuteé seca mientras me acomodaba los pliegues de la falda.
- Ella es la señorita Marta Moreno. Ha venido desde España, ya que le concedimos una de las becas por sus altas calificaciones. –Me contó mientras sonreía falsamente y señalaba a la chica que tenía al lado.
- Hola, yo soy Katia Mal… –Giré el tronco estrechándole la mano en forma de saludo, pero se me hizo imposible terminar de gesticular palabra alguna, al ver aquel rostro angelical, ya conocido para mí. “Que pequeño es el mundo”, pensé.

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